Capítulo 2: Escribe un diario y cuéntale cómo estás luchando.
“A veces ríes solo para no llorar”
¿Sabes qué es triste? Reír a la fuerza cuando estás cansada, cuando usas labiales baratos y tienes sueños caros, cuando en medio del caos laboral y emocional tu deseo de cambiar esa realidad te grita auxilio desde el fondo. Y ese grito te hace doler, te hace pensar, te hace reír cuando te lleva a ilusionarte con que puede ser posible.
Mi trabajo no es terrible. Tampoco es bueno. Digamos que está cómodamente ubicado en esa zona gris entre “aceptable”.
Trabajo en un local de cosméticos. Pero no uno de esos modernos con paredes de mármol y vendedoras en traje sastre que te ofrecen champú de quinoa activada. No. Esto es más… fluorescente chillón y testers pegajosos que parecen haber sobrevivido a una guerra bacteriológica.
—María Fernanda, ¿otra vez sin labial? ¿Es que quieres que los clientes piensen que vendemos pobreza?
—Claro, porque el brillo de labios es lo que hará que nuestras ventas se disparen, ¿verdad?
Mireya es lo más parecida a una villana de Disney sin derechos de autor. Tiene un moño tan apretado que si pestañea muy fuerte, probablemente se disloque una ceja. Huele un perfume de alta gama mezclado con frustración vital.
A veces, cuando Mireya se quita el moño al final del día, parece que se despoja de su armadura. En esos segundos, la veo como una mujer agotada, no solo como mi jefa. Parece tener un secreto oscuro. A veces creo que detrás de su frustración hay una historia que la ha hecho así.
«Las personas no son solo lo que dicen. Tampoco tú.»
Hoy, como todos los días, los clientes desfilan como una procesión de criaturas mágicas:
— ¿Tienen delineador para párpados caídos pero con espíritu joven?
—Este esmalte es resistente a rupturas amorosas?
—Busco un rímel que me haga ver menos… madre.
Oh, amiga. Yo también.
Hoy, además de atender a los clientes, tengo que lidiar con el rumor de que la tienda podría cerrar. La idea de perder este trabajo me llena de pánico.
Mientras escanea los productos, veo que la puerta se abre y el timbre suena.
—Ay, no, ahí viene Gertrudis. ¿Por qué tiene que venir en el peor momento? —murmuro para mí misma, sintiendo que debo reprimir, lo que siento.
Gertrudis es una cliente habitual, conocida por su habilidad para hacer que cualquier vendedor se sienta miserable. Tiene una lista de quejas y un comentario venenoso.
—¡María Fernanda! —grita con un tono que podría romper mi paciencia—. ¿Por qué no tienen el iluminador que vi en su página? ¿Es que aquí solo venden productos de segunda?
Respiro hondo, recordando que no puedo dejar que su mal humor me afecte.
—Claro, ese iluminador lo tenemos o, si no, lo mandamos a traer de la casa matriz, Gertrudis —respondo con una sonrisa forzada, mientras por dentro me pregunto cómo sobreviviré si se junta con Cleotilde. Ambas juntas son como un tornado de críticas y quejas. Cuando las dos se encuentran, tengo ganas de tirar la toalla. Pero…
«El futuro que imaginas para tu hijo es el que mereces para ti.»
Pienso en Jimena. En lo rápido que crece. En cómo ayer me dijo que cuando sea grande quiere “ser jefa, pero sin gritarle a nadie y con galletas en el escritorio”. Un modelo de liderazgo que, sinceramente, me entusiasma más que el de Mireya.
Mientras atiendo a una clienta que parece interesada en todo, me lanza una mirada cómplice.
—Sabes, ¿quieres? Hay formas más fáciles de ganar dinero que vendiendo cosméticos —dice con una sonrisa enigmática—. Te podría ayudar a encontrar algo… mejor.
Siento que un escalofrío me recorre la espalda.
—¿A qué te refieres? —pregunto, tratando de mantener la calma.
—Oh, no te hagas la inocente. Hay un mundo de oportunidades ahí fuera. Podrías ganar mucho más… si estás dispuesto a jugar tus cartas correctamente. —Su tono es seductor, pero lo que implica me deja inquieta.
Miro hacia el pasillo, asegurándome de que nadie escuche.
—No estoy interesada en ese tipo de «oportunidades». —Mi voz es firme, aunque mi corazón tarde con fuerza.
—Piénsalo, María Fernanda. A veces, lo que parece sucio puede ser un camino hacia la libertad. —Sus palabras flotan en el aire, y por un momento, me invaden la tentación de considerar lo que podría significar.
Cuando se va, me quedo paralizada, cuestionando mis decisiones y lo que realmente quiero de la vida.
«Un sueño guardado no es un sueño perdido. Es solo un sueño esperando.»
Pienso también en aquel cuaderno rojo que tengo escondido en la mesita de noche. Mi cuaderno de sueños. Donde tengo todo anotado: nombres de locales posibles, ideas de logo, recetas, proveedores, números de contacto, frases inspiradoras como:
«Un café puede salvar un día. Y un abrazo, una vida.»
Mi sueño: abrir una pequeña cafetería librería. Un lugar donde las madres puedan tomarse cinco minutos para sí mismas. Donde los niños tengan una esquina para leer y pintar mientras las mamás respiran y no solo sobreviven.
Lo imagino todo el tiempo. Casi puedo oler el café y el pan recién horneado, oír las risas suaves de madres que, por un momento, no sienten culpa.
Pero entonces Mireya grita:
—¡María Fernanda! ¿Podrías dejar de soñar despierta y atender al cliente con cara de insulto?
A veces, me pregunto si esta vida es todo lo que merezco. Mis sueños parecen tan lejanos, como estrellas que nunca podré alcanzar.
Y vuelvo a poner los pies sobre la Tierra. Y al turno interminable.
Además de atender a los clientes, tengo que enfrentar la posibilidad de que Mireya me despida si no logro hacer más ventas. Ese peso me aprieta el pecho.
Pero no puedo dejar que mi vida pase entre descuentos de sombras de ojos y jefas pasivo-agresivas. No todavía. No siempre. Ese cuaderno rojo me está esperando.
«Los sueños no necesitan luz. Solo un poco de valentía.»
Lo abre, apenas unos segundos, mientras el tiempo parece detenerse en ese rincón oscuro de la trastienda. Veo mis anotaciones, mis bocetos, mis frases garabateadas como promesas. «Un café puede salvar un día. Y un abrazo, una vida.»
¿Has tenido un trabajo que te mantiene con vida… pero irónicamente no te hace sentir viva? ¿Alguna vez has guardado un sueño en un lugar donde nadie pudiera encontrar, ni siquiera tú? Ese lugar ya lo encontré. ¿Quieres saber dónde? En donde el delineador ya no cubría una sombra y dejaba un pequeño espacio para mirar hacia adentro, ahí estaba ese sueño tirado, inmóvil, pero supe que vivía cuando dejé de maquillar mis heridas porque aún respiraba.
Cierro los ojos. Respiro hondo. Fuera, se escucha el sonido de un carrito de bebé, risas infantiles, el murmullo de las madres que pasan por la calle camino a algún lugar mejor que este.
¿Alguna vez ha sentido que tu sueño está atrapado en un rincón oscuro, esperando a ser descubierto? ¿Qué harías si tuvieras solo un día para perseguir tus sueños?
«Tu insatisfacción es una brújula. Úsala.»
Hoy aprendí que la insatisfacción no es un problema; es un mapa. Cada queja, cada suspiro en un trabajo que no te llena, es una flecha apuntando hacia lo que sí te hace vibrar.
No esperes el momento perfecto. Empieza con lo que tienes. Con ese cuaderno escondido. Con esa pequeña rebeldía de soñar en medio del caos.
Porque los sueños, como las semillas, no necesitan luz al principio. Necesitan oscuridad para romper la cáscara y encontrar su propio camino hacia el sol.
Pasos para no rendirse hoy:
- Identifica una pequeña cosa que te robe la energía.
- Escribe su opuesto, eso que te la devuelve.
- Y empieza a sembrar. Aunque sea una sola palabra en un cuaderno que nadie más vea.
Guía de Estudio: Capítulo 2 – «Escribe un diario y cuéntale cómo estás luchando»
Este capítulo se centra en la introspección, la dualidad de las emociones y el poder de los sueños como motor de resistencia frente a la adversidad. A través del diario de María Fernanda, exploramos sus luchas internas en un trabajo que no la satisface y el anhelo de una vida mejor para ella y su hija, Jimena.
Temas Principales del Capítulo
- La Lucha Interna y la Realidad Laboral:
- La protagonista describe su trabajo en una tienda de cosméticos como un lugar «entre ‘aceptable’ y ‘si me despido, ¿cómo pago la luz?'».
- Se enfrenta a situaciones cotidianas que la desgastan, como lidiar con su jefa Mireya, a quien describe como «lo más parecido a una villana de Disney sin derechos de autor», y clientes difíciles como Gertrudis.
- El Poder de los Sueños y la Esperanza:
- A pesar de la dura realidad, María Fernanda se aferra a su «cuaderno de sueños», un cuaderno rojo donde anota sus ideas para abrir una cafetería-librería.
- Este sueño representa un futuro donde puede ser su propia jefa, tener tiempo para su hija y crear un espacio de respiro para otras madres.
- La Insatisfacción como Guía:
- El capítulo introduce la idea de que «Tu insatisfacción es una brújula. Úsala».
- Se plantea que las quejas y los suspiros en un trabajo que no llena son en realidad señales que apuntan hacia lo que verdaderamente se desea.
- Pequeños Actos de Resistencia:
- El capítulo concluye con «Pasos para no rendirse hoy», que invitan a la reflexión y a la acción a pequeña escala.
- Estos pasos incluyen identificar lo que roba energía, escribir su opuesto y empezar a «sembrar» sueños, aunque sea con una sola palabra en un cuaderno.
Frases Clave para la Discusión
- «A veces ríes solo para no llorar».
- Pregunta para el taller: ¿Qué significa esta frase en el contexto de la vida de María Fernanda? ¿Han experimentado una emoción similar?
- «Las personas no son solo lo que dicen. Tampoco tú.»
- Pregunta para el taller: ¿Cómo se aplica esta frase a personajes como Mireya y a la propia protagonista? ¿Qué nos dice sobre las apariencias y las historias ocultas de cada persona?
- «Un sueño guardado no es un sueño perdido. Es solo un sueño esperando».
- Pregunta para el taller: ¿Qué representa el «cuaderno rojo» para María Fernanda? ¿Tienen ustedes un «cuaderno de sueños» similar, ya sea literal o metafórico?
- «Los sueños no necesitan luz. Solo un poco de valentía».
- Pregunta para el taller: ¿Qué pequeños actos de valentía realiza la protagonista en este capítulo para mantener vivo su sueño?
Actividades para el Taller
- Mi «Cuaderno de Sueños»:
- Dedica 10 minutos a escribir en una hoja (tu propio «cuaderno») un sueño o anhelo que tengas, sin importar cuán grande o pequeño sea. Describe cómo sería y qué emociones te genera.
- La Brújula de la Insatisfacción:
- Siguiendo los «Pasos para no rendirse hoy» del final del capítulo:
- Identifica una pequeña cosa en tu día a día que te robe energía.
- Escribe su opuesto: aquello que te la devolvería.
- Anota una pequeña acción que podrías tomar para «sembrar» esa semilla de cambio.
- Siguiendo los «Pasos para no rendirse hoy» del final del capítulo:
- Discusión en Grupo:
- Compartan (si se sienten cómodos) sus reflexiones sobre las frases clave y cómo se relacionan con sus propias experiencias de lucha y esperanza. ¿Qué personaje o situación del capítulo les impactó más y por qué?
